Festival de beethoven por Rafal Olvinski

Festival de beethoven por Rafal Olvinski

martes

Summer Beauty

La chica de enfrente que está mirando hacia acá.




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miércoles

Espejito, espejito

[Dibujo a pastel]
Este dibujo que realicé a pastel es una reprodución de una de las obras de Utamaro, pintor japonés del siglo XVIII. La obra se llama Mujer de dientes lacados. Existe una diferencia principal entre mi reproducción y la obra original (pinchar en el enlace para verla), ¿cual es?.
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Los elaborados peinados que llevaban las geishas en aquel tiempo requerían tanto esfuerzo y resultaban tan caros que nadie iba a la peluquería más de una vez a la semana o así; al final de este tiempo, ni los perfumes ni nada remediaban el mal olor.
Cuando porfin llegó mi turno, lo primero que hizo el peluquero fue ponerme la cabeza sobre un gran barreño, en una posición que me hizo preguntarme si pensaba degollarme. Luego vertió sobre mi cabeza un cubo de agua tibia y empezó a frotarla con jabón. Frotar no es una palabra lo bastante fuerte, porque, en realidad, lo que aquel hombre hacía en mi cuero cabelludo con sus uñas se parecía más a lo que hace un labrador con la azada en el campo. Al recordarlo ahora, entiendo por qué. La caspa es un grave problema entre las geishas, y pocas cosas hay menos atractivas y que hagan parecer más sucio el cabello. El peluquero tendría sus buenas razones, pero un rato después, sentía el cuero cabelludo en carne viva y casi lloraba de dolor. Finalmente me dijo:
-No te prives, llora siquieres. ¿Por qué te crees que te he puesto debajo una palangana?
Supongo que ésta era su forma de ser gracioso, porque después de decir esto soltó una sonora carcajada.
Cuando consideró que ya me había raspado lo suficiente el cuero cabelludo, me sentó y me desenredó el pelo con un peine de madera; terminé con los músculos del cuello doloridos de tantos tirones. Por fin le pareció que no quedaban nudos, y entonces me untó el pelo con aceite de camelia y cera blanda...
Cuando tuve el cabello uniformemente encerado, el peluquero me retiró el flequillo y el resto me lo anudó en la coronilla formando una especie de acerico...
Aunque llevé este peinado durante bastantes años, hasta que me lo explicó un hombre mucho tiempo después, nunca había visto en él algo que es totalmente obvio. El nudo -lo que he llamado acerico- se forma enrollando el pelo en un trozo de tela. Por detrás, donde se deshace el nudo, la tela se deja visible,puede ser de cualquier color o estampada, pero en el caso de una aprendiza de geisha es siempre roja. Una noche un hombre me dijo:
-La mayoría de esas inocentes chicas no tienen ni idea de lo provocativo que es el peinado que llevan. Imagínate que vas andando detrás de una joven geisha, pensando en todas las picardías que te gustaría hacerle, y entonces ves en su cabeza esa forma de durazno abierto con una gran mancha roja en la raja... ¿Tú que crees?
Un momento después, entendí lo que quería decir y me ruboricé tanto que él se rió al verme.
[....]
Finalmente llegó el gran día de la ceremonia. Cuando me estaba examinando en el espejo, pasó algo muy curioso. Sabía que la persona arrodillada delante del tocador era yo, pero también lo era la extraña muchacha que me miraba desde el otro lado. De hecho alargué el brazo para tocarla. Llevaba el magnífico maquillado de las geishas. Sus labios rojos como una flor destacaban en una cara completamente blanca, salvo por un ligero tono rosado en las mejillas. Su cabello estaba adornado con flores de seda y ramitas de arroz sin descascarillar. Iba vestida con un kimono formal. Cuando por fin pude ponerme en pie, fui al vestíbulo y me contemplé asombrada en el espejo de cuerpo entero. Un dragón bordado rodeaba el bajo del kimono y subía hasta medio muslo. la melena estaba tejida con hilo lacado en un hermoso tono rojizo. Las garras y los dientes eran de plata y los ojos de oro, de oro de verdad. No pude impedir que se me llenaran los ojos de lágrimas y tuve que mirar fijamente al techo para impedir que se deslizaran por las mejillas.

Memorias de una Geisha
Arthur Golden