Festival de beethoven por Rafal Olvinski

Festival de beethoven por Rafal Olvinski

viernes

De Poe a Kafka

[...].De Poe, saltó bruscamente a Kafka. La relación era la edad que ambos tenían en el momento de su muerte: Poe, cuarenta años y nueve meses; Kafka, cuarenta años y once meses.
-Demasiado jóvenes. De haber vivido en nuestra época, lo más probable es que se hubieran salvado con medicinas y antibióticos.
-Sí -convino Tom-. A los cuarenta es muy pronto. Pero piensa en cuántos escritores no han llegado a esa edad.
-Christopher Marlowe, muerto a los veintinueve. Keats, a los veinticinco. Georg Büchner, el mayor dramaturgo alemán del siglo diecinueve desaparecido a los veintitrés años. Imaginaté. Lord Byron, a los treinta y seis. Emily Brontë a los treinta. Shelley, sólo un mes antes de cumplir los treinta. Nathanael West, a los treinta y siete. Wilfred Owen a los veinticinco. Georg Trakl, a los veintisiete. Leopardi, García Lorca y Apollinaire, a los treinta y ocho. Pascal, a los treinta y nueve. Flannery O'Connor, a los treinta y nueve. Rimbaud, a los treinta y siete. Y Heinrich von Kleist, el autor favorito de Kafka, a los treinta y cuatro en un doble suicidio con su amante.
-Y Kafka es tu autor favorito.
-Creo que sí. Del siglo veinte en cualquier caso. Cuanto más sabes de su vida, más interesante resulta su obra. Kafka no es sólo un gran escritor, también fue un hombre extraordinario. ¿Has oído alguna vez la historia de la muñeca?
-No, que yo recuerde.
-entonces escucha con atención. Te la brindo como primer argumento a favor de mi hipótesis, de que Kafka era efectivamente una persona fuera de lo común. Es la historia de la muñeca... estamos en el último año de vida de Kafka.
>>Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las veces, Dora lo acompaña. Un día se encuentra con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. "Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. "¿Y tú cómo lo sabes?" le pregunta la niña. "Porque me ha escrito una carta", responde Kafka. La niña parece recelosa. "¿Tienes ahí la carta?", pregunta ella. "No, lo siento me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo." Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?.
>>Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.
>>Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.
>>Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas. Tres semanas. Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias a una muñeca perdida. Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico, y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
>>Para entonces, claro está, la niña ya no hecha de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.
Paul Auster
Brooklyn Follies

jueves

Primavera



Los árboles ya están en flor, los pájaros se desgañitan y bajo estos, rodeandoles, estallan flores con sus más variopintos colores. ¡Tengo ganas de ponerme mis vestidos y guardar ya de una vez las medias en el cajón!. ¡Tengo ganas de lanzarme en paracaídas! (??) (pero si tengo vertigo). ¡Tengo ganas de hacer surf! (???). ¡Tengo ganas de plantar flores en el jardín! (????) (pero si no tengo jardín!).
Es la primavera. Es la vida.



Síiiii, ya se...



La primavera, que la sangre altera!