Festival de beethoven por Rafal Olvinski

Festival de beethoven por Rafal Olvinski

lunes

Resultado en el Acantilado


Era Noviembre, con mi libro entre las manos me dirigía a los acantilados de una de las playas de la costa bretona. Hacía un viento desagradable y el cielo amanazaba lluvia pero caminaba con la esperanza de que el viento se llevase a otro lado esos temidos e indeseables nubarrones. Llegué a mi destino, a uno de los puntos altos del acantilado quedandome de pie, inmovil, contemplando la grandeza del paisaje y la inmensidad del mar hasta el límite donde lo corta.
Me disponía a hacer algunas fotografías y decido hacer participe a mi libro en ellas otorgandole el papel principal y tratando con ello de quitar protagonismo al mar.
En mi empeño por consiguir una buena foto empienzan a caer algunas gotas pero insisto en seguir disparando con mi cámara, la lluvia también insistía en su propósito y empezaba a caer más fuerte. Temía ya por el libro, rapidamente lo cogí de un vuelo protegiendolo debajo del abrigo y apretándolo fuertemente contra mi pecho salí corriendo del lugar diciendome convencida que "la Bretaña es tan húmeda que sale agua solo con apretar un puño".
Intentaba buscar en el camino de este apartado lugar algo donde poder guarecerme, estaba tomando una ducha de lo más indeseable, pero nada, así que me dirigí flechada al único bar dispuesto en la única y minúscula plaza de este pequeño pueblo.
Entré en el bar como una aparición repentina de tal forma que los lugareños que estaban en la barra rodeando sus vasos se giraron mirando con cara de asombro a una forastera empapada hasta los huesos.
Me senté en una de las mesas tratando de adoptar una actitud desenfadada y despreocupada a pesar de que el hijo del dueño del bar también me estaba dando un buen repaso con sus ojos. Se acerca y me pregunta que como vengo en esas condiciones, que menudo día he elegido para salir a la calle, que debería entrar rápido en casa por temor a que coja una pulmonía...asiento en todo lo que dice y le pido que me traiga un café con... no me deja terminar la frase, él la termina por mí con una mirada complice. -mucha leche y caliente-. Sí, le digo con una sonrisa. Se acuerda de como me gusta el café.
Empiezo a distenderme y a acomodarme cuando me doy cuenta que aún mantengo apretado el libro contra mi pecho y sintiendo como mi corazón seguía golpeando el libro, del mismo modo que cuando escapé del acantilado.

♪ ♫ ♪♪ ♫ ♪

No hay comentarios: