[Reproducción al pastel]Era un día frío. Soleado pero frío. El sol aún quedaba demasiado alejado como para que sus rayos de energía y existencia calentaran las partículas del ambiente.
El día estaba mecido por un suave viento fresco. su movimiento era acompasado, suave balanceo, ninguna mano del hombre mecía las ramas de los arboles como (ahora recuerdo) lo hacían en aquellas peliculas donde el rey y la reina recibían de sus subditos un toque fresco, provocado por ese balanceo ejercido con las hojas de determinados arboles, imitando con ello el efecto del abanico. Ese día eran las manos del viento las que lo hacían, las que producían ese efecto.
Mi cabello negro, lacio también se mecía con el viento, lo apartaba de mi cara despejandola, haciendo que su forma ovalada y sus suaves rasgos orientales se mostraran, haciendolos más evidentes, más presentes. Mi mama siempre me decía que mantuviera mi pelo apartado de la cara porque era muy bonita como para que no se viera y ella lo despejaba con sus delicadas manos, pero ese día era el viento quien me lo decía, era él quien lo hacía, aún hoy también es él quien me lo dice y lo hace.
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